Esa fue una de las frases que dijo en su despedida una cuidadora de nuestras casas, antes de partir a otra provincia para cumplir sus sueños. Fue un momento de sentimientos encontrados. Por un lado, nos sentimos tristes, pero, por otro, muy felices de verla llena de metas y propósito.
Su vida es un testimonio claro de que la restauración de una persona afecta a todo su entorno familiar. La conocimos cuando era chica. Su papá llegó a la hace mucho tiempo para iniciar su proceso de rehabilitación. Ella creció viendo cómo la vida de su padre iba siendo transformada. Abrazó el hogar y la abrazamos a ella. Tiempo después, comenzó a colaborar con nosotros.
Antes de irse, ella recordó: “ . . í. ℎ . ”.
La vamos a extrañar mucho. Pero su historia siempre latirá en nuestros corazones y nos recordará que cada futuro restaurado se expande para bendecir a otros.
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