En nuestra casa de adolescentes, acompañamos a jóvenes en el proceso de restauración de adicciones. Junto a nuestro equipo, trabajamos para que puedan reinsertarse en la sociedad.
Muchos de ellos tuvieron infancias muy difíciles, crueles, e historias de vidas que les quebraron las esperanzas y el futuro. Todo eso se suma a las dificultades propias de la edad.
A veces escuchamos acerca de ellos frases como «ya no hay solución» o «ya son así». Pero, gracias a Dios, constantemente somos testigos de la transformación de los adolescentes. Muchos terminaron sus estudios secundarios e iniciaron estudios superiores, armaron su propio emprendimiento, aprendieron un oficio, formaron su familia y se convirtieron en nuevos restauradores.